A menudo relaciones entre propietario e inquilino que, durante el alquiler han funcionado a las mil maravillas, se complican en el último momento por culpa de la liquidación de la fianza y de la falta de claridad e información.
El por qué de la fianza
La fianza es una cantidad en metálico que se entrega al propietario al inicio del contrato como depósito de garantía.
Se constituye para garantizar el cumplimiento de las obligaciones contractuales por parte del inquilino. Es decir, el propietario al disponer de un depósito como la fianza se está asegurando un mínimo importe en caso de que, una vez finalizado el alquiler, queden cuestiones pendientes por parte del inquilino (cantidades pendientes de pago, suministros).
Pero también puede utilizarse para compensar los gastos de reparación de daños ocasionados por parte del inquilino a la vivienda y que éste no haya devuelto a su estado original. Por ejemplo un cristal roto, un sofá con la tela rajada...
Los problemas
Los problemas surgen por errores en la interpretación del sentido de la fianza, por falta de claridad a la hora de definir los desperfectos...
En ocasiones los inquilinos interpretan que durante el último mes no conviene pagar el alquiler para que sea compensando con la renta ante el temor de una liquidación injusta...en otras ocasiones el propietario devuelve la fianza sin justificar los desperfectos deducidos. En definitiva por falta de claridad o de rigor a la hora de concretar asuntos.
La solución
Desde Vivir de Alquiler, en nuestra actividad de gestión de arrendamientos, procedemos a la recepción de la vivienda en compañía de los inquilinos, levantando acta presencial del estado de la vivienda y liquidando en tiempo y forma el importe de la fianza.